En este momento de crisis que vive el país en el campo político, económico, social, tecnológico y militar es necesario que cada uno de los colombianos deje de ser tan negativo inculpando a los demás de sus desgracias y de todo lo que ocurre mientras permanece silente e indolente viendo con los brazos cruzados a los mismos corruptos y bandidos escribiendo la historia nacional con la sangre de indefensos compatriotas. Siempre nos ufanamos del bello paraíso que Dios nos dio como patria pero jamás nos hemos preocupado porque esta sea una nación de libertad verdadera donde puedan vivir todos sus hijos con justicia y equidad en medio de un clima de respeto a los derechos fundamentales. Todos los colombianos somos responsables de la actual situación por acción o por omisión, por lo tanto, es necesario que cada uno de nosotros hagamos algo por Colombia sin esperar que el Estado o los incapaces hagan todo por nosotros.
En el campo político, en una democracia aparente y desgastada, es conveniente que el pueblo soberano, del cual emana el poder público, no deje comprar su conciencia con regalos, con dinero, con promesas de empleo con ofrecimiento de auxilios y elija siempre a los más honestos y capacitados que sean capaces de lograr los fines establecidos en la constitución de: “Fortalecer la unidad de la nación, asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz dentro de un marco jurídico democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana”. Todos somos responsables de la corrupción política de los mediocres porque hemos tolerado la compra de votos, el trasteo de votantes, la suplantación de votantes, la manipulación de las encuestas, la votación de personas muertas,
el carrusel electoral, la contratación con empresas vendidas a los corruptos,
el salto del canguro de aspirantes deshonestos, y la intervención de los dineros de las mafias que ha permitido el debilitamiento y el desprestigio de todas las instituciones, de autoridades y representantes .Quien compra votos al electorado tiene que necesariamente venderse al mejor postor para recuperar el dinero gastado en las campañas.
En el campo económico es imperativo que todos los colombianos dejen la tolerancia con los dineros del narcotráfico en el comercio, en la industria, en la banca, en la ganadería, en la construcción, en el deporte y en la cultura los cuales tienen a la economía al borde de un colapso total. Es necesario que todos los colombianos participemos activamente para descubrir y denunciar a todos los corruptos que roban sin contemplación el erario o se dejan sobornar por la empresa privada.
En el campo social no debemos hacer oídos sordos a los clamores de dolor y angustia de los que enfrentan con patriotismo la guerra y a la ciudadanía indefensa que afronta a diario el ataque, el robo, la extorsión, el chantaje, la intimidación, el espionaje el secuestro y el terror. Todos tenemos que respetar los derechos de los demás como queremos se respeten los nuestros; no debemos tolerar la impunidad ni el otorgamiento de privilegios a los asesinos del pueblo o corruptos de cuello blanco; todos tenemos la obligación de participar en la educación política del pueblo para que este pueda exigir el cumplimiento de las promesas de sus elegidos.
En el campo tecnológico todos debemos desarrollar al máximo la iniciativa para ser los arquitectos de nuestro propio destino y de una patria creativa con nuevas técnicas científicas e industriales que provoquen cambios significativos y que permitan el crecimiento del país generando nuevos empleos para poder ocupar el ejercito de gente sin trabajo que camina sin esperanza por las calles de pueblos y ciudades. Una revolución cultural, económica e industria solo es factible con el cambio de la mente de los hombres y suele estar basada en el progreso técnico y científico.
En el campo militar es necesario entender que la guerra la gana o la pierde el pueblo y que la seguridad de una nación es responsabilidad de todos, y por lo tanto, todos tenemos el derecho y la obligación de luchar para conseguir la paz. No se puede responsabilizar a una Fuerza Pública insuficiente, mal dotada y mal alimentada de la inseguridad del país sin saber que el servicio militar, muchas veces por cobardía, es prestado únicamente por los de ruana y no como lo establece la constitución nacional en su artículo 216 que determina: “ Todos los colombianos están obligados a tomar las armas cuando las necesidades públicas lo exijan para defender la independencia nacional y las instituciones públicas”. Jamás se podrá enfrentar un conflicto con éxito mientras la dirigencia política no conozca la manera de dirigir estratégicamente la Fuerzas Armadas y mientras mantenga la terrible ambivalencia entre la represión y el dialogo; si la soberanía reside en el pueblo, como lo determina la constitución, es el pueblo el que tiene que ponerse de pie para defenderla. “ La soberanía de un pueblo no se discute; se defiende con las armas en la mano”. Todos debemos participar activamente dando información oportuna a las autoridades o exigiendo que las negociaciones que se puedan hacer no se hagan por temor con un sentido de rendición.