Por Héctor José Corredor Cuervo
Para unos el día más grande y de mucha celebración es aquel en el cual se gana una lotería, se gana una batalla, se publica un libro, se tiene un hijo, se ocupa un puesto importante, se logra un objetivo propuesto; para otros, el día que se promete seguir a Jesucristo para tender la mano a los demás, el día que se hace el juramento de defender la Patria hasta perder la vida y para todos los colombianos el día de la Independencia y el día que se logre la paz.
Lo que más duele, sorprende y preocupa es ver a un compatriota de la Selección Colombia, en el día de la patria hacer una celebración y un ofrecimiento a narcotraficantes ante la mirada atónita de los colombianos y ante el dolor de todos los televidentes del mundo que han sufrido las consecuencias de haber tenido un padre, una madre, un hermano, un hijo, un amigo, un compañero, un pariente, un compatriota en el fango del consumo o del trafico de la droga. ¿Hasta dónde ha llegado Colombia?. ¿Será que el derecho de la libertad de expresión de una persona está por encima de los derechos de todos los colombianos?. ¿Será que los valores actuales permiten rendir culto a Dios y al diablo al mismo tiempo? ¿No será un deshonor para Colombia seguir presentando ante el mundo una selección con integrantes que hacen el juego al narcotráfico? ¿No será que se requiere una acción oportuna para cortar de raíz el problema y demostrar al mundo ofendido que no todos los colombianos somos narcotraficantes?.
Julio 20 de 1995
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