domingo, 27 de febrero de 2011

POLITICA Y SEGURIDAD SIGLO XXI*

Por Héctor José Corredor Cuervo


La Constitución Política le asigna a la fuerza pública la misión de "Proteger a todas las personas residentes en Colombia su vida, honra, bienes y creencias; defender la Independencia Nacional; mantener las condiciones necesarias para el ejercicio de sus derechos y libertades públicas; asegurar que todos los habitantes convivan en Paz". Para asumir con responsabilidad y con eficiencia tan compleja misión, obliga a todos los integrantes a entender la política nacional porque la política de seguridad es parte de ella; exige forzosamente estar enterados de todos los factores e intereses políticos, laborales, económicos, gremiales, delincuenciales, sociales y militares que se presenten en los países vecinos, en el continente y en el mundo pues la seguridad integral no depende únicamente de la situación interna sino que sufre el impacto e influencias de origen externo. Entender la política no quiere decir participar en la política partidista, deliberar en grupo y mucho menos aprovecharse del poder que dan los grados y los cargos para hacer proselitismo, para lograr prebendas o ascensos lo cual minaría la disciplina y la moral de las instituciones; significa tener la capacidad de reflexionar sobre la política nacional para recomendar acciones y trazar estrategias de seguridad que conduzcan a la ejecución de obras nobles y justas, evitando así que la Fuerza Pública sea empleada en tareas inmorales que lesionen la existencia misma de la nación.

Debido a la evolución vertiginosa del mundo y a los condicionamientos internos y externos que afectan la seguridad, a la Fuerza Pública le corresponde hacer cambios en la conformación, preparación, organización, estrategias y costumbres para constituir un organismo vivo capaz de enfrentar los retos del siglo XXI en el cual todos los miembros de acuerdo con su nivel, tengan la capacidad de actuar en forma acertada y eficaz.

En cuanto a la conformación de la Fuerza Pública lo más importante debe ser la selección e incorporación del hombre y de la mujer que la van a integrar pues de nada sirve la tenencia de armas y equipos modernos si no se da cuenta con los mejores ciudadanos que tengan capacidad de entender la grandeza de la misión y posean la voluntad para cumplirla. El servicio a la Patria es obligatorio para todos los colombianos en el lugar y el tiempo que ésta lo requiera y no como el régimen actual lo ha interpretado; favoreciendo con leyes a aquellas personas que han tenido mejores oportunidades (bachilleres y profesionales). Es imperativo cambiar las normas que permiten la discriminación social; acabar con la idea equivocada de que el servicio militar es únicamente para los campesinos y desocupados; eliminar el prejuicio de que la profesión de las armas no requiere gente inteligente, que sólo se requieren hombres que cumplan servilmente lo que los jefes ordenan; es necesario terminar con el tráfico de influencias que ha permitido que los hijos de la clase social alta no vaya a los cuarteles; es mandatario terminar de un solo tajo la compra de libretas militares a elementos indeseables que trafican con el honor de la Fuerza Pública. Lo anterior permitirá una compenetración de la sociedad civil con sus Fuerzas Armadas y servirá para que la clase dirigente conozca de cerca los horrores de la guerra y la grandeza de la lucha, deje el autismo, tome contacto con la realidad del país y sienta en carne propia el dolor por la muerte de millones de campesinos, soldados y policías que han caído cultivando el campo o defendiendo la Patria en esta lucha estéril.

El profesional del próximo siglo tiene la necesidad de ampliar sus conocimientos a sectores distintos al del campo castrense para asumir con eficiencia la creciente extensión de sus responsabilidades, tiene que cambiar su preparación profesional "prescindente y apolítica" por un profesionalismo actuante basado en una sólida formación técnica, espiritual, moral e intelectual, con una compresión cabal de los derechos, necesidades y problemas socioeconómicos del pueblo.

La organización debe tener cambios para afrontar el reto de los conflictos político - económico - militares, se requiere una organización viva en la cual el órgano central pueda trasmitir en forma efectiva a toda las extremidades impulsos determinantes, ordenes y fuerza; la vida y la energía de la Fuerza Pública resultarán de la organización adecuada, de la colaboración de todas las fuerzas y de la honestidad con que se conduzcan". La organización debe contar con unas reservas altamente entrenadas y listas para actuar en cualquier momento y debe basarse en unidades altamente móviles con grandes capacidades de inteligencia y de persuasión.

La estrategia a seguir debe ser la de crear condiciones favorables en el orden político, económico, social, moral y diplomático para cumplir con la misión y poder alcanzar los objetivos de seguridad nacional. Debe entenderse que la política y la estrategia son inseparables como lo muestran los hechos más importantes en el panorama mundial en los cuales no hay una demarcación entre una y otra.

En cuanto a las costumbres se debe valorar más al hombre por aspectos cuantitativos, esto es, por su capacidad y por sus acciones realizadas durante toda su carrera y no por aspectos cualitativos o sea por intangibles que impiden hacer una selección justa para ascensos, premios y distinciones. No es saludable ver a algunos de los miembros de la Fuerza Pública cargados de condecoraciones obtenidas detrás de un escritorio por intercambio con países, alcaldías, gobernaciones, unidades y fuerzas como trofeos de una guerra en la que no han participado o no han tenido éxito.

* La República. Diciembre 20 de 1997

* Periódico OIR, Ibagué


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